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Deslenguado

Día a día

Volverán las oscuras golondrinas

Si un tic nervioso desarrolla el profesor de lengua, es la corrección ortográfica maniaca-depresiva. Con el boli armados, vamos corrigiendo bes y uves, puntos y comas y, sobre todas las faltas, tildes perdidas, voladoras y dispersas, ante el deseo de asesinarnos de nuestros compis, licenciados en ciencias, artes y letras que siguen las más variopintas reglas ortográficas. Pero hay una tilde que en especial nos ocupa a lo largo de la docencia. La de los adverbios "aún" y "aun". Todos sabemos que no se suele distinguir estas dos palabras y que graciosamente condescendemos a explicarlas a mayores y menores de edad...pero, Bécquer, ¿TÚ TAMBIÉN, HIJO MÍO!.

La Rima LIII es de estos poemas que marcan generaciones. Las golondrinas de Bécquer vuelven y vuelven y tarde tras tarde son medidas métricamente, rimadas y analizadas como aves de Doñana con gripe aviar. Su belleza va aumentanto tarde tras tarde hasta alcanzar la belleza divina idealizada por nuestro sevillano. Leemos y declamamos sus endecasílabos, marcamos el acento ritmíco en la sexta y en la décima sílaba, encabalgando suavemente su sintaxis oracional.

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
¡así no te querrán!

Pero llego al undécimo verso y, plaf, tras, ag, nooo,,, ¡me sobra una tilde!.

"Y otra vez a la tarde aún más hermosas" leo.¿Una errata?, nooo, en todos los textos en que veo esta rima, encuentro esta tilde que me rompe el compás rítmico. ¿Cómo va a haber este hiato?. Si lo hubiera, no podría hacer la sinalefa entre "tarde" y "aún", el verso dejaría de ser endecasílabo y el ritmo marcado se apoyaría en la octava sílaba ("aún" leído con sinéresis) y no en la sexta (tárde). ¿Van todos a contramano en la autovía o sólo yo?.

¿Cuestión baladí?. Tal vez en la docencia de universidad o la investigación filológica tenga esta tilde un sentido. ¿Y en la nuestra, en la llana y pedestre, cuando no grosera, secundaria?. ¡¡Hablar de tildes sin escuchar el timbrado pío pío de la golondrina!! Pues de esto se trata, de que no escuchamos el timbre del verso ni su dulce piar cuando enseñamos poesía. ¿Enseñamos métrica o geometría?, Cuando un alumno usa la regla para medir el verso, no es tan quijotesco, es más bien tecnología punta.

Leamos poesía en clase, busquemos su musicalidad, entonemos y dramaticemos. La prosodía es fundamental en la composición correcta del texto, prosa o verso, y en su comprensión lectora. Medir un verso, enseñar las licencias métricas, es inútil si no explicamos su realidad prosódica. Olvidemos sinéresis y dialefas y hagamos vocalizar, declamar a nuestros alumnos. ¿No hablamos de podcasts?. El primer mp3, la voz del profesor en clase, los siguientes, las voces de los alumnos en todos los lados.



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¿Convivencia escolar?

En el último claustro hemos tocado por enésima vez el problema de la disciplina y la pretendida convivencia escolar. Otra vez nos hemos oído unos a otros describir situaciones antes increíbles en un centro educativo: malas palabras, provocaciones, groserías.. y reivindicar el derecho de estudiar de aquellos que efectivamente lo desean. Las soluciones propuestas, como siempre, desembocaron en el endurecimiento de la disciplina, homogeneidad de criterios, no pasar ni una y agotar los medios disciplinarios con aquéllos elementos que nos hacen las clases imposibles.

Lástima que haya tantos alumnos con estos problemas de disciplina, desinterés e irresponsabilidad. Pero, ¿qué podemos pedirles en una sociedad como la actual, en la que el consumismo, la realidad basura entronizada en la televisión, la desatención de los padres, los juegos violentos en la play ... están al alcance de la mano de nuestros chiquillos?.

Lamenté que todas las voces se levantaron para pedir más rigor y disciplina, incluso criticando a aquellos profesores que al parecer damos excesivas confianzas a los alumnos. En ningún momento una pregunta acerca de cómo se estaba extendiendo en el centro, sobre todo entre los recién llegados a primer ciclo, esa sensación entre los chiquillos de que lo guay es ser un mal alumno, irrespetuoso y chulesco.

Cuando pedí la palabra, casi me vi en la necesidad de disculparme previamente por lo que iba a decir: que para muchos alumnos el centro es realmente desagradable; que recurrir exclusivamente a medidas disciplinarias solo sirve para empeorar la situación y, especialmente, aquéllas que indiscriminadamente castigaban a grupos completos por la actuación anónima de uno de ellos, lo que encima entronizaba a los "rebeldes"; que buscar un ambiente más relajado y agradable no era incompatible con la dureza de las sanciones particulares contra los infractores graves; y que ésta era labor de todos los departamentos desde comienzo de curso procurando que los alumnos se sientan realmente a gusto, con actividades culturales, lúdicas y de convivencia y respeto mutuo desde el primer día de clase, y especialmente, desde el primer día de clase y antes del segundo trimestre.

He visto recientemente el documental "Adolescentes", de Chus Gutiérrez, de la película "Hay motivo". Allí hablan varios chavales sobre el desinterés que sienten por las clases. Un profesor de ESO se pregunta si con 14 años podemos hablar de "malos alumnos", de la falta de medios y me llamó la atención, sobre todas, la reflexión siguiente: "ellos tardan menos de una hora en conseguir cualquier tipo de drogas, y, sin embargo, tardan quince días en acceder a cualquier tipo de acontecimiento cultural".

Todas estas ideas han venido precedidas de un abandono en mi curso de cuarto. Una chavala, gitana, dejó de venir al centro el día en que cumplió los dieciséis años. Ya me lo había advertido, pero yo no la creí porque no era para nada "mala alumna" pese a tener dificultades en su entorno social. El curso anterior, en tercero, había escrito dos redacciones en las que afirmaba que quería ser maestra como una "prima" suya de Valverde, y criticaba los acontecimiento de Cortegana porque habían hecho que los pequeños gitanos fueran aún menos al colegio. Y un curso después, ella abandona. Por su pie. ¿Qué no hemos hecho para que se quedara?.

Muchas veces pedimos a los alumnos comportamientos que a nosotros mismos, adultos, nos cuesta exigirnos. Se nos olvida que son adolescentes, irresponsables e inmaduros por naturaleza. La violencia que nos reflejan procede de la violencia de los adultos. Para muchos es verdad que la expulsión y medidas drásticas son ya las únicas medidas válidas, pero a la gran mayoría, a lo mejor los desarmábamos sin armas.

Abrimos boca

Amanece en la cuenca minera y en espera de un nuevo timbrazo al deber, posteamos el primer artículo de esta bitácora deslenguada. Abrimos un cuaderno a la blogosfera educativa esperando al menos interesar a los compañer@s que a mí me han interesado. Escribo no para enseñar, sino para aprender con otros a enseñar la lengua sin vergüenza alguna. ¿Qué es la lengua me preguntas?... Ni sujetos ni predicados, ni anadiplosis ni quiasmos, ni cohesiones ni parágrafos...Lengua es burla, arte, sueño, cuento, mucho cuento, rollo (me temo que me estoy enrollando). Aquí va este SOS al universo, ¡ayuda, enseño lengua!. Termino. Frase del día de un alumno ayer en clase, uno de éstos que no se calla ni bajo agua, tras explicarles que, para leer bien, hace falta abrir bien la boca: "Yo, con la boca abierta, no puedo hablar". Primera lección. Para hablar bien, hay que cerrar la boca: capítulo VII de Rayuela