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Deslenguado

¿Convivencia escolar?

En el último claustro hemos tocado por enésima vez el problema de la disciplina y la pretendida convivencia escolar. Otra vez nos hemos oído unos a otros describir situaciones antes increíbles en un centro educativo: malas palabras, provocaciones, groserías.. y reivindicar el derecho de estudiar de aquellos que efectivamente lo desean. Las soluciones propuestas, como siempre, desembocaron en el endurecimiento de la disciplina, homogeneidad de criterios, no pasar ni una y agotar los medios disciplinarios con aquéllos elementos que nos hacen las clases imposibles.

Lástima que haya tantos alumnos con estos problemas de disciplina, desinterés e irresponsabilidad. Pero, ¿qué podemos pedirles en una sociedad como la actual, en la que el consumismo, la realidad basura entronizada en la televisión, la desatención de los padres, los juegos violentos en la play ... están al alcance de la mano de nuestros chiquillos?.

Lamenté que todas las voces se levantaron para pedir más rigor y disciplina, incluso criticando a aquellos profesores que al parecer damos excesivas confianzas a los alumnos. En ningún momento una pregunta acerca de cómo se estaba extendiendo en el centro, sobre todo entre los recién llegados a primer ciclo, esa sensación entre los chiquillos de que lo guay es ser un mal alumno, irrespetuoso y chulesco.

Cuando pedí la palabra, casi me vi en la necesidad de disculparme previamente por lo que iba a decir: que para muchos alumnos el centro es realmente desagradable; que recurrir exclusivamente a medidas disciplinarias solo sirve para empeorar la situación y, especialmente, aquéllas que indiscriminadamente castigaban a grupos completos por la actuación anónima de uno de ellos, lo que encima entronizaba a los "rebeldes"; que buscar un ambiente más relajado y agradable no era incompatible con la dureza de las sanciones particulares contra los infractores graves; y que ésta era labor de todos los departamentos desde comienzo de curso procurando que los alumnos se sientan realmente a gusto, con actividades culturales, lúdicas y de convivencia y respeto mutuo desde el primer día de clase, y especialmente, desde el primer día de clase y antes del segundo trimestre.

He visto recientemente el documental "Adolescentes", de Chus Gutiérrez, de la película "Hay motivo". Allí hablan varios chavales sobre el desinterés que sienten por las clases. Un profesor de ESO se pregunta si con 14 años podemos hablar de "malos alumnos", de la falta de medios y me llamó la atención, sobre todas, la reflexión siguiente: "ellos tardan menos de una hora en conseguir cualquier tipo de drogas, y, sin embargo, tardan quince días en acceder a cualquier tipo de acontecimiento cultural".

Todas estas ideas han venido precedidas de un abandono en mi curso de cuarto. Una chavala, gitana, dejó de venir al centro el día en que cumplió los dieciséis años. Ya me lo había advertido, pero yo no la creí porque no era para nada "mala alumna" pese a tener dificultades en su entorno social. El curso anterior, en tercero, había escrito dos redacciones en las que afirmaba que quería ser maestra como una "prima" suya de Valverde, y criticaba los acontecimiento de Cortegana porque habían hecho que los pequeños gitanos fueran aún menos al colegio. Y un curso después, ella abandona. Por su pie. ¿Qué no hemos hecho para que se quedara?.

Muchas veces pedimos a los alumnos comportamientos que a nosotros mismos, adultos, nos cuesta exigirnos. Se nos olvida que son adolescentes, irresponsables e inmaduros por naturaleza. La violencia que nos reflejan procede de la violencia de los adultos. Para muchos es verdad que la expulsión y medidas drásticas son ya las únicas medidas válidas, pero a la gran mayoría, a lo mejor los desarmábamos sin armas.

6 comentarios

NOA -

¡Madre mía...! Qué complicado... Mis escasos seis años de experiencia me han llevado a añorar a mis alumnos como hace Borges con sus ramitas lejanas (incluso a los malos)
Es difícil precisar dónde está el éxito, si en la dureza o en la mano izquierda. Yo , por ahora, sólo me planteo seguir sacando de mis alumnos lo que saco. Y me llena un montón.

pilar -

Soy profesora de francés.Mis compañeros me odian porque sólo tengo "buenos alumnos" y creen que no me quedo en los recreos a escuchar las quejas de sus alumnos conflictivos porque no me solidarizo,pero no me quedo porque me resulta mentalmente agotador oir hablar de personas adolescentes en terminos insultantes y repetitivos .En mi centro hay un porcentanje entre 20 y 30 por ciento de alumnos conflictivos que suelen coincidir con ser alumnos con necesidades educativas especiales, a ellos se les dedican el 80 por ciento de las actuaciones del centro (adaptaciones, medidas disciplinares,mediación,etc.).El 70/80 por ciento restante son alumnos "normales" o incluso "brillantes", a ellos sólo se les dedica el 20 por ciento de las actuaciones del centro, aunque a veces tienen suerte y les "salpican" algunas de las actuaciones de "los otros", esos famosos castigos grupales. Conclusión: lo guay es ser "conflictivo", y estar siempre en el "candelabro".

ber -


yedra -

Estoy trabajando en el tema de mediación y resolución de conflictos y creo que puede dar buenos resultados y evitar muchas sanciones que no tocan para nada el origen del problema

Lu -

Me gustaría haber estado ahí para oír tu intervención en el claustro y suscribirla en voz alta.
Todos tenemos alumnos malos, rebeldes, que actúan muchas veces como incivilizados, pero ante eso, creo que los profesores de lengua tenemos ventaja. Dicen que la música amansa las fieras, yo creo que es la palabra.
Yo también tuve una alumna gitana, M***, que en la pubertad dejó de venir. Era lista, más que otros, pero las reglas del clan pudieron más que el instituto. Aún hoy sigo sin tener respuesta a la misma pregunta que tú, pero al lado de María, he visto como G***, un chaval de calle rebelde donde los haya, es el primero que pone silencio en clase cuando se hace lectura. Ya ves, una batalla perdida y otra ganada.

Felipe Zayas -

Si todavia te queda ánimo para decir esas cosas en el Claustro, es señal de que todavía te queda ilusión para cambiar las cosas. Yo ya me he rendido... en cuanto a perorar en los Claustros, no en cuanto a la brega diaria en mis clases. Me reafirmo día a día en que no hay solución si no nos arremangamos todos y si no vamos al aula con buena actitud, ánimo y, a ser posible, con una sonrisa. El esfuerzo que me cuesta hacer todo esto, me lo pagan los alumnos con su respeto (quizá incluso afecto) y con un comportamiento no del todo malo. Creo adivinar que a ti te pasa algo parecido. Saludos.